Por Jorge Castro Zarco
Con afecto para Manuel por su
jubilación,
para el otro Manuel (él sabe porque) y
para Alfredo el querido paparazzi
astrónomo.
Empezaba marzo, siempre marzo, el
tiempo de buenos augurios, cuando pasó a mi cubo uno de los chavos
de Florentino para decirme que ya me estaban esperando en su cubo y
que me apurara. Terminé una asesoría con los chavos del taller de
serigrafía y rápido como el trueno ya estaba en el cubo del Flawer.
Juan de Dios y José Luis estaban ahí, sólo me dijeron, ya está,
viene Don Sam, te toca a ti y a Florentino contactar con él y ver
las fechas y demás cosas; nosotros –dijo- José Luis, avisamos a
la bandotota; yo a los chavos y Juan de Dios a los profes. Órale,
dije, va, y así quedamos.
Se organizó el evento, fecha, apartado
de sala de juntas, avisos a profes, algunos carteles y la selección
de lecturas de rigor para informar y preparar a los chavos para el
evento. No era la primera vez que hacíamos una charla con alguna
personalidad, ya antes había estado el Embajador de Palestina y
nuestros amigos investigadores cubanos, Froylán González y Adis
Capul, expertos en historia latinoamericana.
Los chavos ya sabían qué era eso de
“un invitado especial”. Habían quedado tentados luego de los
magníficos encuentros con semejantes personalidades, a quienes
además de acompañar en sus charlas, habían compartido con ellos
los alimentos en restaurantes de “lujo”, de esas cadenas tan
despreciadas por nuestros visitantes, pero que eran las que había
por el rumbo y pues ni modo ahí los llevamos con todo y chavos.
Pero Don Samuel era otra cosa, se
trataba de un cura, un sacerdote, que bien a bien, los chavos no
sabían quién era y no comprendían porque la insistencia y emoción
de sus profes en invitarlo. Como sea, se fue creando la expectación
por la visita de tan distinguido personaje.
El Flawer ya se había ido de avanzada
al domicilio de Don Sam en la Colonia del Valle para intercambiar
detalles de la visita. Él conocía el lugar y tenía buenos amigos
entre la gente cercana a Don Samuel. Sin duda, fue gracias a sus
buenos oficios de embajador que finalmente Don Sam aceptó venir con
mucho gusto a la escuela.
Así íbamos, cuando un día ya
clareando la tarde, pasaron las ‘secres’, a los cubos de José
Luis y mío, avisando que la Coordinadora del plantel quería vernos.
Bajamos ingenuos a su oficina, sin saber lo que nos esperaba. Nos
dijo que se trataba del evento del Obispo de San Cristóbal de las
Casas, Don Samuel Ruiz García. José Luis y el que esto escribe nos
pusimos serios, ya sabíamos lo que venía, algo pasaba, los
‘pinches’ burócratas del IEMS estaban bloqueando.
Entonces ‘La Jefa’, Sandra J.
Flores Astibia, nos espetó: los llamé para avisarles que “no está
autorizada la visita del Obispo a la escuela. Desde el Gobierno del
Distrito Federal (GDF), nos llamaron para decirnos que por norma
estaba prohibida la entrada de gente armada a los planteles” y, que
por tanto el Sr. Obispo no podría venir y que además para hacer
cualquier evento de esa clase era necesario pedir autorización.
Charmín y el padre Chinchachoma (o
sea, yo mero) –así nos bautizaron los chavos de esos tiempos- nos
quedamos fríos. ¡No podíamos creer lo que oíamos y menos lo que
querían que hiciéramos! Así que luego de hacer las `caras’ de
rigor, nos fuimos mentando madres por los pasillos. Pero sobre todo,
preguntándonos a qué diablos se referían con eso de ‘gente
armada’ y cómo sabían de ello.
Al día siguiente hubo asamblea en el
cubo del Flawer y como era de esperarse había indignación y
rebeldía. Dijeron los chavos, ni maíz, el evento va y lo vamos a
hacer ahora cómo jamás se van a imaginar. En efecto, a partir de
ese momento todo mundo se puso a chambear como nunca. Carteles,
invitaciones por doquier en la escuela y a los demás planteles, a la
prensa y la galaxia entera.
Al Flower lo enviaron a visitar a Don
Sam para informarle cómo andaban las aguas por los rumbos de
Tláhuac. Dado que los ‘viejos lobos de mar’ (Chamín y
Chinchachoma) no atinábamos en nada, Juan de Dios averiguó de dónde
venían semejantes calumnias. En esos entonces el Jefe de Gobierno de
la Ciudad de México, era ni más ni menos, Andrés Manuel López
Obrador, el Secretario de Gobierno: Martí Batres y la Secretaria de
Desarrollo Social: Raquel Sosa. Por esos días todavía no existía
la Secretaría de Educación y el Instituto de Educación Media
Superior (IEMS) dependía de la Sria. de Desarrollo Social.
Pronto se supo que al ‘PEJE’ no le
simpatizaba Don Samuel, como el cura de los pobres que era (hoy en
2018 sabemos que si le agrada la vertiente religiosa, pero con la
figura del Partido Encuentro Social -PES- representante de los
sectores más reaccionarios de la iglesia católica en México). Así
que por instrucciones superiores del GDF se giraba la orden a las
autoridades del IEMS de prohibir la visita del Obispo.
Juan de Dios logró investigar cómo
había sido el asunto oscuro de las famosas armas, pretexto
increíble, para impedir el evento. Nuestro querido amigo, supo que
desde la Secretaría de Gobernación Federal, los servicios de
inteligencia secreta del régimen, habían alertado al GDF sobre la
existencia de un personal de seguridad propio del Obispo que se
encargaba de cuidarlo y protegerlo por las múltiples amenazas de
muerte que había recibido debido a su acción pastoral por los
pobres e indígenas en el Estado de Chiapas y su papel de mediador y
Presidente de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) en el
levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) desde 1994.
Lógico era que el Obispo no se moviera
sin esa indispensable protección para salvaguardar su seguridad.
Gobernación lo sabía, de algún modo lo autorizaba e incluso le
convenía que el Señor Obispo estuviera bien cuidado. Pero
¿entonces, si esto era sí, por qué esa reacción del gobierno de
López Obrador, prohibiendo la visita, bajo ese pretexto? ¿Suponía
acaso que por tratarse del DF esa protección era innecesaria? ¿Quién
podría garantizar eso?
Sin embargo, la verdad era muy otra, al
PEJE siempre le ha sacado ronchas el zapatismo y Don Sam, era el
defensor de los indios que se habían levantado en armas jurando
avanzar con sus tropas descalzas a la capital del país para derrocar
la ignominia que nos gobierna. Así que con el zapatismo nada. Ojo,
para que no digan ahora que es al revés y que si el PEJE no gana la
presidencia en el 2018 es por culpa de los zapatistas y MariChuy que
hicieron temblar la tierra.
Bueno, descubierto el complot contra la
visita de Don Sam a la prepa, lo que hicimos fue denunciar y
continuar los trabajos para que la visita del Obispo se realizara mil
veces mejor de lo que habríamos imaginado.
Manos a la obra, el día 9 de marzo de
2005, se anunció como la fecha en que Don Samuel Ruiz García, iría
nuestra escuela, a eso de las 13 hrs. en la Sala de Juntas del
plantel José Ma. Morelos y Pavón del IEMS. Desde temprano los
estudiantes adornaron pasillos, salones y auditorio para el
recibimiento. Solícitas las maestras encabezadas por la profesora de
filosofía Leonor Durán, organizaron la distribución de cientos de
claveles rojos traídos por José Luis Medrano y sus alumnos, para
engalanar el gran evento que pasado el medio día arrancaría en la
escuela.
A las 8 de la mañana el Flawer y yo
fuimos abordados por la Coordinadora Sandra Flores Astibia, para
advertirnos nuevamente que el evento no estaba autorizado y que no se
realizaría. Ya en el estacionamiento y con los caballos echados a
andar, nuestra respuesta fue contundente. Don Samuel vendría pasara
lo que pasara. La ‘jefa’ contestó que la Directora General del
IEMS, la Matemática (así le decía ella) Guadalupe Lucio, le había
ordenado que el evento se suspendiera y que más nos valía acatar la
decisión de la máxima autoridad del IEMS.
¡Uf! No nos hubiera dicho eso, porque
más interesante se puso la cosa, pedimos que dada la magnitud del
asunto, nos pusiera al teléfono con Guadalupe (La Directora del
IEMS), pues no estábamos de acuerdo en someternos a esa imposición.
La ‘Jefa’ se resistió, dijo que ella no podía comunicarnos con
‘La matemática’ y que ella como coordinadora del plantel haría
que se acatara la orden de Dirección General.
Entonces respondimos, para rematar la
tropelía de palabras que vociferaban de un lado y otro, que nosotros
ya nos íbamos a recoger al Obispo a sus oficinas para traerlo a la
escuela y que si no lo iba a dejar entrar, pues que ella se lo dijera
a él cuando estuviera a las puertas dl plantel. Además le avisamos
que habíamos dado parte a los medios de comunicación de que el Sr.
Obispo visitaría la preparatoria para tener un encuentro con los
estudiantes pobres de la ciudad.
Tomamos el vocho azul de mil batallas y
nos fuimos raudos por Don Sam. No habían pasado cinco minutos cuando
sonó mi teléfono celular no inteligente, creo que todavía
funcionaban con monedas o algo así, entonces contesté en la bocina:
¿quién habla? dije. Del otro lado oí la voz furiosa de la ‘Jefa’
que me ordenaba detener el llamado a la prensa. Comentó que ‘La
matemática’, le dijo que nadie podía convocar a la prensa dentro
de las preparatorias, que eso era un asunto “exclusivo” de la
Secretaría de Gobierno del GDF y que me ordenaba suspender esa
convocatoria. Luego sostuvo, que la Directora General quería la
lista completa de los medios de comunicación que habían sido
informados.
Como verán, las cosas estaban color de
hormiga roja y seguía subiendo el humor negro de la autoridad que no
concebía, ni aceptaba la independencia de los profesores y alumnos
de ‘sus escuelas’, de ‘sus preparatorias’, de ‘sus Peje
escuelas’. Luego de tanta mala vibra, solo le contesté a la ‘Jefa’
que al rato le enviaba por mail la lista y colgué.
Pronto llegamos a las calles de la
Colonia del Valle y a las oficinas de Don Sam. El Flawer y yo, íbamos
preocupados por la molestia que estábamos causándole a Don Sam, que
seguramente a esas horas, ya sabía lo que estaba pasando. Pero,
seguros de que lo que hacíamos valía la pena, bajamos del auto y
nos dirigimos al portón de madera del local de la Diócesis de San
Cristóbal de las Casas en la Ciudad de México para encontrarnos con
el Obispo Samuel.
De pronto un paso antes de entrar nos
topamos con una mujer de mediana estatura, ‘enropada' en traje
sastre y con cara de pocos amigos, que llamándonos por nuestros
nombres nos dijo: “vengo en representación de la Secretaría de
Gobierno del GDF para hablar directamente con el Obispo en relación
a este asunto, acompáñenme”. Bueno, me dijo el Flawer, entremos.
Las oficinas del Obispo estaban
precedidas de una pequeña sala de recibimiento con un par de
sillones y la amable compañía de las monjas auxiliadoras que hacían
las veces de secretarias del Obispo, cocineras, enfermeras y
cuidadoras de este hombre de Dios extraordinario.
Entramos y nos sentamos unos minutos en
los amplio sofás, esperando el llamado para entrar con Don Sam. A
los pocos minutos sonó la campanilla para avisar que ya era hora.
Nos levantamos nerviosos de nuestros asientos y entramos. Frente a
nosotros en un sillón sencillo estaba Jtatik Samuel, se levantó y
nos recibió con un fuerte apretón de manos, correspondido por
nuestro querido Flawer al modo como él acostumbraba, tomándote con
las dos manos juntas para manifestar el gusto, el agrado y el respeto
que siempre tuvo por sus prójimos, ‘sus próximos’. sus más
cercanos y desde luego en esta ocasión única por Don Samuel. Del
mismo modo, con educación y respeto, el Señor Obispo dio la
bienvenida a la funcionaria del GDF.
En el cuarto, una pieza pequeña de dos
por tres metros, con poca luz, también se encontraba otro hombre de
edad madura, moreno, de rostro y voz firme, que también nos saludó
amablemente. Era el chofer de Don Sam y también encargado de su
seguridad personal.
El encuentro fue breve, la funcionaria
gris, expuso las razones del GDF, ofreciendo una patrulla que
escoltaría el auto del Obispo y otra que ‘cuidaría’ la escuela
desde afuera. Luego de oír esas primeras palabras, sabíamos que
habíamos triunfado, la visita se haría.
Sin embargo, la funcionaria dijo al
Obispo que el encargado de su seguridad no podría ingresar a la
escuela. Don Samuel, hombre acostumbrado a las torpezas, desaires y
escupitajos del régimen, escuchó paciente y luego de que la
funcionaria terminó de hablar, tomo la palabra y preguntó a su
chofer: ¿Luis (no sé si se llamaba así -no lo recuerdo-, pero es
un buen nombre, nos recuerda al pequeño Luis que si un día lee éste
enjambre de palabras, sabrá algo más de su maravilloso padre), qué
piensas de lo que la señorita nos propone hacer?
Entonces aquel hombre experimentado,
sabedor de lo que es cuidar una vida como la de Jtatik Samuel, dijo:
mi trabajo es cuidar y proteger la vida del Obispo, si es preciso con
mi propia vida, señora –le dijo- ¿Puede usted garantizarme la
vida del Obispo?
Se hizo un silencio, acompañado por la
mirada cristalina de Don Sam tras sus rectangulares lentes y el
latido del nuestros corazones acelerados por esos segundos
interminables de la escena. La funcionaria contestó repitiendo lo
que antes había dicho, sabedora de su propia hipocresía y la del
gobierno que representaba, pronto calló.
Don Sam, se levantó y dijo a su hombre
de confianza, ¿y, qué tal, si dejas ‘tus juguetes’ en la
camioneta? ¿se podrá? ¿no van a ser necesarios, no crees? Todo
estaba dicho. La funcionaria se despidió y nosotros nos fuimos
escoltando el auto de Don Samuel hasta la prepa.
En el camino, no sé ni cómo, pedí a
mi hija que enviara a la Directora General del IEMS el correo que
ella había solicitado con la lista de la prensa convocada al evento.
Por fortuna, mi hija contaba con una relación interminable de medios
nacionales e internacionales, de todas las fuentes y medios
electrónicos, que ella misma había investigado y seleccionado para
sus labores de comunicación y prensa en las oficinas del Ing. Manuel
Pérez Rocha, Rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de
México y fundador del IEMS.
A la distancia parece increíble lo que
vivimos aquel trepidante día. Pero, todavía hay más que contar en
esta historia.
El camino hacia la escuela corrió sin
contratiempos, ya cerca en la intersección de Periférico y Canal de
Chalco, los compañeros nos avisaron que toda la escuela nos esperaba
con ansiedad. No sabíamos todavía la sorpresa que vendría minutos
después.
Llegamos al portón del estacionamiento
y éste estaba abierto de par en par, todos los autos que normalmente
allí estaban habían sido literalmente desalojados, únicamente
había una desangelada patrulla en el área.
Al llegar, inmediatamente la multitud
de jóvenes y jóvenas estudiantes y no estudiantes, trabajadores
administrativos y de limpieza, maestros venidos de todas las prepas
del IEMS, rodearon la camioneta blanca en la que viajaba Don Sam e
hicieron una bellísima valla con claveles rojos en mano para
recibirlo.
Jtatik Samuel caminó rodeado por los
brazos y miradas de la comunidad de Tláhuac hasta una salita
interior del edificio, junto a la Coordinación, dónde
tranquilamente tomo asiento para esperar el comienzo del evento.
En esa sala, contra todo pronóstico,
ya estaba sentada Guadalupe Lucio Maqueo, con una cara de furia que
no podía ocultar, ni siquiera en la presencia del mismísimo Obispo.
Enseguida me dirigí a Don Sam y le presenté a la Directora General
del IEMS. Él ni se inmutó, cómo diciendo no sé quién es esa
señora, ni me importa. Ella, apenas pudo estirar la mano, sin decir
más palabra que buenas tardes o algo así.
Mientras esperábamos, la Coordinadora
me tomo del brazo y a un lado me dijo: “Jorge, la prensa no va a
entrar” y, yo, satisfecho y seguro de que el día era nuestro,
recuerdo que sólo le dije: “pues sales a la puerta de la escuela y
les explicas a la prensa porque no pueden pasar a cubrir la nota del
encuentro pacífico del Obispo con la comunidad de Tláhuac”.
Luego empezó el evento en la Sala de
Juntas del Plantel desbordada de entusiasmo y expectación. Hasta
adelante, en las primeras sillas, alguien había reservado los
lugares para la prensa, que minutos después haría presencia para
reportear el evento, publicándose al otro día, al menos una nota de
cuarto de plana en el periódico El Universal.
La mesa del encuentro se instaló con
la presencia forzada de la Coordinadora del Plantel y la Directora
General del IEMS, a quienes no les quedo de otra más que sentarse ‘a
sufrir’ por varias horas una actividad de extraordinario valor
simbólico e histórico para la comunidad del IEMS, a la que siempre
se opusieron e intentaron impedir. Lo que pretendieron hacer aquella
tarde será recordado como un acto ignominioso del que la historia no
las absolverá.
Pero ‘ellas’ en realidad a nadie le
importaban. El centro de atención era por su puesto otro: Don Sam y
las palabras memorables del profesor José Luis Medrano Torres y del
estudiante Luis Quiróz Nájera quienes como voceros de todos y
todas, dieron la digna bienvenida que este hombre de fe, merecía.
Las palabras de ternura y afecto, así
como la platica del Obispo Jtatik Samuel pueden revivirse mil veces
en la magnífica grabación de audio y video hecha por el profesor
Alfredo Juárez Vázquez y que esta a disposición de todos en la
dirección electrónica: https://youtu.be/nnTB6q7hIzU.
El conversatorio terminó ya entrada la
tarde, sabe cuantas horas duró, pero al final Don Sam, se despidió
y caminó directo por el pasillo central del edificio, entre decenas
de alumnos que aún en el ocaso del día anhelaban estar cerca de él
y agradecerle su presencia, su palabra dada, su mensaje de paz y
lucha interminable por la justicia para los indígenas y sus
culturas.
Don Sam subió a la camioneta para
partir y tengo que contar lo que al final sucedió. La Directora
General ni siquiera se había despedido de él, ora sí que ni las
gracias. Entonces yo volé como pude para rescatarla de la oficina de
Sandra y casi jalándola del brazo, le dije, maestra, Guadalupe, Don
Samuel ya se va; ven, vamos rápido, córrele, todavía lo alcanzas
para que te despidas. Y tristemente así fue, apenas llegó, a dar
una mano contrariada, en medio de la penumbra y un mar de ardientes
manos y miradas que despidieron a Jtatik Samuel en su paso por la
prepa, nuestra querida y recordada prepa.
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