Adolfo Gilly
Entre aquellos que el año 2011 se
llevó estuvo, el 8 de julio, nuestro compañero Adolfo Sánchez
Vázquez. Quisiera hoy, como despedida y homenaje al maestro que en
ese día se fue y como augurio para este nuevo año, retomar sus
palabras de hace ocho años en Lima, Perú, en la casa que fue de
José Carlos Mariátegui, donde nos dijo de las izquierdas y del
socialismo. De un amargo año para México salimos, para entrar el
día de hoy en uno incierto. Que la palabra de don Adolfo nos sea
buena guía para las turbulencias políticas de este 2012 que ahora
inicia.
En la Pontificia Universidad Católica
de Lima, en el inicio del año 2004, había tenido lugar un Congreso
Interamericano de Filosofía y en su contexto un Simposio sobre
Republicanismo. Algunos de nosotros allí presentes estuvimos
también, por iniciativa del catalán republicano y socialista Antoni
Domenech, en una reunión cuyo tema era "El futuro de la
izquierda". Se realizaba en el salón de la casa donde vivió
José Carlos Mariátegui, ahora convertida en Centro Cultural.
Entre el público que desbordaba el
salón de la vieja casona, sentado en primera fila, estaba Adolfo
Sánchez Vázquez. Desde el fondo del salón nos contemplaba un gran
retrato de Mariátegui en su silla de ruedas, con su andino perfil de
indio, su mechón en la frente y una sutil sonrisa en los ojos y en
los labios apretados.
Una vez que los expositores hubieron
cumplido su tarea, don Adolfo pidió la palabra. Algo él quería
decir en ese lugar en donde Mariátegui había vivido, escrito y
organizado. Recordando otros tiempos, abrí mi cuaderno para tomar
apuntes y no perder palabra. Lo que sigue es una versión fiel de
cuanto dijo en aquel enero del año 2004, después de hacernos saber
su emoción por encontrarse en Lima en la casa de José Carlos. La
reprodujo La Jornada hace ocho años y de allí la tomo.
●
Izquierda puede ser un término
equívoco. Me parece preferible usarlo en plural: no la izquierda
sino las izquierdas. Tendríamos así al menos cuatro izquierdas: una
izquierda democrática, liberal, burguesa, connatural al sistema
capitalista; una izquierda socialdemócrata, que quiere mejorar las
condiciones sociales dentro de los marcos de ese mismo sistema; una
izquierda social, que es crítica del capitalismo pero no le ve una
alternativa, representada sobre todo por los movimientos sociales; y
una izquierda socialista, opuesta al capitalismo, que propone una
nueva organización de la sociedad.
Para esta última izquierda el problema
no es simplemente la crítica al capitalismo, cuyos males son
visibles, sino la lucha por una alternativa socialista. Socialista es
la izquierda a la cual se le plantea el problema.
Para hablar del futuro de esta
izquierda tenemos que ver en qué situación nos encontramos en este
momento. Hoy la alternativa socialista es más necesaria que nunca.
No concierne sólo a los oprimidos y explotados, sino que el
capitalismo pone en cuestión la supervivencia misma de la humanidad.
Pero esto sucede en momentos en que ha
caído el descrédito sobre la idea misma del socialismo, entre otras
razones por los desastres en los países que usaban el nombre de
"socialistas" y la caída de esos regímenes. Es decir,
tenemos que abordar tareas tan elementales como la de reivindicar una
vez más la idea de socialismo.
Pero si no hay conciencia de socialismo
y de la necesidad de reivindicarlo hoy, no podremos caminar hacia la
organización de las fuerzas anticapitalistas. Pues la lucha
socialista no es sólo una cuestión de ideas, sino también un
problema de conciencia, de organización y de acción.
No nos engañemos hablando, como tantas
veces, de agonía del capitalismo. Hoy vemos que se extiende por el
mundo reforzado y sin frenos, pese a las fuerzas que lo resisten.
Esta es para nosotros una situación difícil. Precisamente cuando el
socialismo es más necesario que nunca, es cuando se ha vuelto más
difícil la lucha y la organización en torno a sus ideas. Pero esta
lucha es indispensable.
El socialismo no es inevitable, no es
un resultado natural de la evolución humana. Si los seres humanos no
toman conciencia de esta necesidad y en consecuencia se organizan y
actúan, la alternativa es la barbarie. Y sería una barbarie aún
peor que aquella que Marx imaginó, pues estaríamos ante la
catástrofe ecológica, la guerra universal y la posible destrucción
de la humanidad.
El futuro de la izquierda exige revisar
todo –el partido leninista, el proletariado fabril como sujeto
central– y replantear todos los problemas como requisito para
pensar y organizar hoy la izquierda anticapitalista y la lucha por el
socialismo.
●
Cuando Adolfo Sánchez Vázquez
concluyó,una ovación de la sala repleta saludó sus palabras y
Antoni Domenech, su discípulo de otros tiempos, le agradeció en
nombre de todos los presentes.
Ocho años después, más actual que
nunca resuena en este México de hoy su convocatoria para pensar
ahora el socialismo; y, más allá de la apropiación cínica de la
política por hablantines profesionales sin ideas y sin escrúpulos,
para organizar y actuar hoy y aquí por una república de paz con
justicia y dignidad.
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