En las semanas
previas, Videgaray siempre estaba en el asiento de junto de Peña Nieto a
cuanta reunión acudiera en cualquier parte del país. No había otro de
sus cercanos, en el gobierno o en el Congreso que fuera la sombra del
poderoso gobernador. ¿Sería él realmente quien lo sucedería en Toluca?
No. El candidato que iba a destapar el PRI para el gobierno mexiquense
era Del Mazo, porque a Videgaray le tenía reservada una carrera de más
altura en su proyecto presidencial de 2012. La escalara se fue mostrando
gradualmente.
Para efectos de Videgaray, que fuera Del Mazo o
finalmente Ávila, fue irrelevante. En cualquier caso él iba a salir del
Congreso para ir a Toluca a coordinar la campaña del candidato y ser el
Plan B del PRI ante cualquier eventualidad, que es una lección que
aprendieron los priístas en 1994, cuando el entonces presidente Carlos
Salinas, había puesto todo en Luis Donaldo Colosio, sin pensar nunca que
lo iban a asesinar y que en su sustitución como candidato a la
Presidencia hubo grupos políticos poderosos que estuvieron a punto de
robarle la candidatura y tuvo que optar, ante la falta de alternativas,
por Ernesto Zedillo.
Videgaray es el hombre del futuro para Peña
Nieto, el Príncipe detrás de él, que le habla al oído, que le
recomienda los pasos y que además, a diferencia del superasesor que
describiera Maquiavelo, trabaja estrategias y programas. Videgaray en
ese sentido, es un personaje que llena todos los espacios que necesita
Peña Nieto, abajo del cual se desgranan las ramas de un gran árbol que
mueven la maquinaria política del mexiquense. Esta semana se cumplió
otra fase cuando el puntero presidencial lo nombró jefe de su campaña.
No hubo sorpresas, lo que era de facto, se volvió formal.
Luis
Videgaray nació en 1968, el año en que comenzó el final del mundo de la
posguerra que se diseñó en Bretton Woods. A los 11 años perdió a su
padre, que era empleado bancario, pero no le impactó para convertirse en
un estudiante de calidad con dotes tempranas en matemáticas. Cursó dos
carreras en simultáneo, en el ITAM, el vertedero de la joven clase
política del nuevo milenio, y en la UNAM, economía y leyes. Siempre fue
un alumno con promedio sobresaliente, y contra la percepción de que es
un tecnócrata llegado tarde a la política, fue un agitador juvenil y en
el ITAM llegó a presidir la sociedad de alumnos, por donde varios de los
políticos encumbrados hoy en día pasaron.
En aquellos años el
ITAM empezaba a ser el granero de funcionarios públicos, cuando el
entonces presidente Carlos Salinas tenía en su equipo a egresados y
profesores distinguidos. Uno de ellos, Carlos Sales, que era coordinador
de asesores del secretario de Hacienda, Pedro Aspe, lo acercó a ese
grupo, con el que entró a trabajar. Aspe, egresado del Tecnológico de
Massachussetts, lo envió al MIT a hacer su doctorado en Economía –como
había hecho con sus alumnos más distinguidos-, y a su regreso se
incorporó a Protego, la consultoría que creó para ayudar a gobiernos
estatales a financiar su deuda pública. Uno de sus clientes fue Arturo
Montiel, gobernador del estado de México, donde Videgaray conoció a Peña
Nieto, con quien trabó una larga y sólida amistad.
Cuando llegó
Peña Nieto al gobierno lo nombró secretario de Finanzas, Planeación y
Administración, y hace dos años lo envió al Congreso, donde con la
fuerza de la maquinaria política mexiquense fue nombrado presidente de
la Comisión de Presupuesto y posiblemente el priísta más influyente en
San Lázaro. Videgaray, quien es miembro del PRI desde 1987. En la
campaña de Ávila, Videgaray fue enviado a coordinar la campaña y como el
Plan B ante cualquier contingencia. Se esperaba que al terminar la
contienda, Videgaray regresara al Congreso y tomar la silla que le
cuidaban.
No fue así. Peña Nieto lo llevó al edificio en las
Lomas de Chapultepec donde despacha el equipo, justo un piso debajo de
sus oficinas, y a cargo de la coordinación de todo. De Videgaray depende
directamente la estrategia, la agenda y el discurso, y supervisa la
operación política territorial –cuyo jefe directo es el ex gobernador de
Hidalgo, Miguel Osorio Chong-, y la estratégica comunicación –bajo el
mando de un veterano de batallas políticas y electorales, David López-.
Con
su juventud, Videgaray pertenece a la primera generación del nuevo PRI,
identificada de esa forma únicamente por razones biológicas, pues aún
no demuestran que cultural y políticamente son diferentes, y al nuevo
bloque de figuras que relevan a la clase política que emergió durante la
Presidencia de Luis Echeverría. A diferencia de otros de los de su
generación, Videgaray es más sólido y completo, en términos políticos y
técnicos, pero al igual que todos ellos, se sabe inteligente –por tanto
soberbio-, y asumen que juventud y éxito remplazan experiencia y oficio,
algo que más que menos veces, ya los hizo tropezar.
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