DEMETRIO VALLEJO EN SU CENTENARIO




Oscar Alzaga
La Jornada semanal, 
Domingo 12 de diciembre de 2010 Num: 823

Demetrio Vallejo tuvo una vida sindical y política intensa, entregada a los demás, propia de un humanismo auténtico. Junto a las históricas jornadas ferrocarrileras de 1958 y 1959 y los once años de lucha en la cárcel, también cuentan treinta y dos años previos de lucha y formación y quince posteriores de su salida de la cárcel en 1970. Líder consecuente y honesto como pocos, su vida tuvo una clara vocación por la lucha obrera.

Estudió hasta tercero de primaria, pero fue gran lector; escribió, de 1936 a 1957, miles de volantes, manifiestos y notas sindicales; después cinco libros, tres folletos y cientos de artículos y cartas publicadas, entre otros, en Unificación Ferroviaria, núms. 58-59; Política, núms. 60-67; Siempre!, núms.58-72; Punto Crítico, núms72-77; e Insurgencia Popular núms. 75-82.

Desde 1926 entra a trabajar en la estación del tren de Mogoñé; ingresa al sindicato ferroviario en 1933, se afilia al Partido Comunista Mexicano en 1934, es líder sindical, en 1936, de la CTM de Veracruz –¡aquella CTM–, llega a delegado del sindicato ferroviario en 1948. Es expulsado del PCM en 1945, como tantos obreros1; ingresa en 1946 a Acción Socialista Unificada y en 1950 al Partido Obrero y Campesino Mexicano. Al salir de la cárcel en 1970, impulsa nuevas jornadas ferroviarias, históricas, hasta 1976; junto a la creación del PMT, de donde sale en 1983, para ingresar al PSUM y cerrar su vida con otra página brillante: apoya la lucha sindical de Pascual de 1982 a 1985, hasta su triunfo y lograr la Cooperativa.2

Desde joven entendió el indivisible nexo que hay entre la lucha sindical y la política, en contra de la prédica del sistema político que excluía a los trabajadores y sindicatos de esa actividad, esencia del ser humano. Si el sistema no podía evitar al movimiento obrero, buscó mantenerlo despolitizado y dentro de la estructura oficial, para desorganizarlo y dividirlo como clase en sí y para sí. La Ley Federal del Trabajo de 1931 estableció en el artículo 249: “Queda prohibido a los sindicatos: I. Intervenir en asuntos religiosos o políticos.”3 Salvo en el PRI, claro. Miguel Alemán reestructuró al aparato de control con violencia, corrupción y reformas, y las instituyó como la escuela política del PRI. Mismos procedimientos que son actualizados, más a la derecha, por los gobiernos neoliberales.

Demetrio Vallejo fue un talentoso organizador sindical, apoyado en la gran tradición de los ferroviarios desde 1892, como gremio independiente y de vanguardia. Golpeado por el charrazo de 1948, bajo su dirección, el movimiento ferrocarrilero recuperó en 1958 la autonomía en unos meses. Dicho movimiento, que buscaba restablecer la libertad sindical, creció al lograr un aumento salarial al margen de los charros, luego al ganar las elecciones por voto secreto, únicas en la historia, y con la revisión del contrato colectivo. La defensa de la empresa pública ante la voraz propiedad privada fue central. Teniendo como guía la Constitución, Vallejo solía defender los derechos laborales, ejerciéndolos. Tales triunfos ponen a los ferrocarrileros a la cabeza de otras luchas y a la vez las impulsa: maestros, petroleros, telegrafistas, electricistas, telefonistas y otros.


Presentación de Demetrio Vallejo ante el Juez, 9 de abril de 1959
El reto para el sistema era que el sector clave de la economía y la educación lograra la libertad sindical que existía en países capitalistas. Pero el terror de la burguesía nativa y alarma del imperialismo yanqui ante el triunfo cubano, desata el sonido y la furia, los miedos y la agresión. La izquierda, incapaz de ofrecer alternativas, se divide y aísla.

La represión, que inicia el 25 de marzo, dura meses; el ejército toma las instalaciones ferroviarias para levantar la huelga nacional, sin lograr el retorno de los obreros. Hasta mayo se regulariza el servicio. La saña llega a más de 10 mil despedidos, a 3 mil detenidos en campos militares y al cierre de las puertas de la libertad sindical. Hasta Fidel Velázquez se alarmó con la represión, que llegó a la CTM.4 Como dijera José Revueltas en “Enseñanzas de una derrota”:

El gobierno de López Mateos no se hubiera propuesto romper la espina dorsal del sindicato ferrocarrilero, dislocarlo y pulverizarlo si al mismo tiempo no se propusiera dislocar, pulverizar, desmoralizar al apenas renacido movimiento sindical y obrero independiente, representado por maestros, telegrafistas, petroleros y, hasta cierto límite, por electricistas, movimiento a cuya vanguardia supo colocarse, por propio y legítimo derecho, el sindicato ferrocarrilero.

Notas

1 La política de “unidad nacional” apoyada por el PCM que encabezó Encina, llevó a suprimir las células de fábrica en 1944 y a la expulsión de cientos de obreros e intelectuales en 1945.

2 Begoña Hernández: Demetrio Vallejo. Un luchador Social (1910-1985). Tesis de doctorado, 2010.

3 Tal disposición se deroga en 1937 en el gobierno de Lázaro Cárdenas, 1934-1940, en cuyo sexenio se triplica la afiliación sindical de 300 mil a 900 mil y el movimiento obrero nacional vive su edad de oro. Ver Trabajo y Democracia Hoy, núm. 104, cuarta edición de 2009: Las 100 luchas obreras del siglo XX.

4 Fidel Velázquez: “La agitación efectuada durante el año pasado y parte del actual, provocó entre otros desajustes, el de las relaciones obrero-patronales que todavía subsisten, debido a que el sector capitalista aprovechándose de las circunstancias, ha confundido a todos los trabajadores con los Vallejos, extremando su política de intransigencia frente a las demandas obreras, por muy justas que éstas sean, y debido a que también ciertas autoridades, incurriendo en el mismo error y apartándose del pensamiento presidencial en materia laboral, juzgan los conflictos con criterios inquisidores, viendo en cada acción del proletariado un acto de disolución social y empleando la fuerza pública para acallar sus ansias de mejoramiento.” Fidel Velázquez, Informe de la Secretaría General de la CTM. 30/VIII/59; CTM, 50 años de lucha obrera. Tomo v. Edición PRI, 1986.

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