FABULILLA DE MOJARRO SOBRE LOS ELECTRICISTAS DEL SME Y SOBRE TODOS


Recién publicada, tomamos de http://www.elvaledor.com.mx/ la siguiente "fabulilla", creada por Tomás Mojarro, "El Valedor":

Yo pecador. La ley de la Selva

Existió, mis valedores, en luegos ayeres y tierras lejas, un bosquecillo poblado por toda suerte de animales de pluma, uña y garra, a los que el león gobernaba como rey absoluto. Lógico, ¿no?

Y sucedió que tiempos calamitosos asolaron el reino, y que los animales conocieron el hambre, la miseria, la necesidad. Asustado por una crisis que lo traía todavía más bandejo que de costumbre, el rey convocó a todos sus asesores, pero lástima: ellos no estaban ahí por su capacidad sino por amistad con el soberano, y entonces ocurrió lo que tenía que ocurrir: que los asesores exhibieron su inutilidad y mostraron que el problema los rebasaba. Allá afuera, mientras tanto, los animales del bosque languidecían de necesidad.

Y fue entonces. Ya cuando los tales nomás no pudieron, como mediocre que era, el reyecito acudió al pensamiento mágico; convocó a brujos y adivinos del reino, los cuales interpretaron las señales del tiempo, ejecutaron sus ritos mágicos, entraron a la “internet” (dicho en pocho) y comunicaron su diagnóstico al soberano:

- La crisis actual se debe a la cólera de los dioses, encabritados por la infinita corrupción que corroe vuestro reino, y que origina una aberrante nota roja de cabezas sin torso y torsos descabezados. Que toda la culpa es de vuestra ineptitud. Han hablado los dioses.

Majestuosos, hieráticos, en silencio se retiraron…

Ah, cabresto; ante la cólera de las divinidades qué hacer. Ahí habla el elefante Carstens, barrigón consejero mayor: “Manda, oh rey, que acudan ante tu presencia los habitantes del bosque, y todos y cada uno confiesen en público sus delitos. El mayor delincuente, a juicio del supremo juez, sea sacrificado en la plaza pública, y así se aplaque la ira de los dioses”.

Y así fue. Vocecita blandengue, el reyecito convoca a sus subditos:

- ¡Reunión urgente en la explanada del bosque de pinos…

!Ya rugisteis. En la susodicha explanada con el zorro Azuela en (muy baja) calidad de juez, se inició la confesión pública de los vicios privados, o casi. El propio rey fue el primero en acusar sus delitos y crímenes:

- Amigas, amigos, acusóme de que soy un impostor, y de que siéndolo no he tenido el valor para renunciar al trono y largarme a algún bosque donde no me conozcan y nada me echen en cara Me acuso que si llegué hasta aquí donde estoy fue gracias a las malas artes que contra mi adversario político aplicó aquí el tigre, que estoy sospechando se aprovechó de mi falta de carácter para agarrarme de pantalla y medrar a lo desaforado con sus negocios ilícitos, la especulación financiera, el lavado de dinero y algunos otros enjuagues, todos dignos de la ira de los dioses. Me acuso de reaccionario, clerical, hijo espiritual de las beatas del Verbo Encarnado y de que no me importó llegar a este bosque de pinos a la buena de Dios, sin experiencia ninguna en el arte de gobernar. Yo, inexperto, he sido el causante de la crisis política, económica y financiera que cimbra el reino.

- Calma, mi rey -en un susurro, el juez, sentado a su diestra, rostro desbastado a golpes de azuela-. No vaya a lastimarse tu soberana conciencia

Ya encarrerado, el rey: ‘Yo, entreguista, que privilegié los intereses de La Casa Blanca y las transnacionales, he abandonado los de las criaturas del reino. Todo lo que me falta de talento me sobra en mediocridad, razón de mis estrategias equivocadas, que han llevado al bosque a la ruina. Ya en el trono seguí la línea política de anteriores fieras: oprimir al de por sí oprimido, y al jodido joderlo más. Mi gobierno, por mimar a los tigres de aquí y del norte tanto como a los buitres del agio internacional, desmantela por estos días todo lo que apeste a sindicato (¿no, zorrillo Lozano Alarcón?). Soberano del empleo, un soberano empleo no he sido capaz de crear, y al contrario: a multitud de trabajadores he arrojado a rumiar su rencor y planear el desquite mientras en el comercio informal sobreviven con todo y familia Yo, el rey, he sido el culpable de un desmadre nacional que…

Ahí, enérgico, se alza el zorro Azuela, a la diestra del león:

- Calma, mi rey, sosiégate. Esos que así exageras no constituyen delito alguno, pregúntale a Maquiavelo. Tan valiente relación de acciones reales constituye la esencia de nuestro sistema político, social y económico. ¿O qué? ¿Querías dejar tu reino en las garras de algún demagogo populista, hijo putativo del putativo león de melena negra Hugo Chávez? Tranquilizad vuestra soberana conciencia, y que ruja el tigre.

- Que ruja el tigre, ordenó el juez.

El tigre rugió: - Yo me dedico a especular con la economía del bosque. Desde las instituciones bancarias extorsiono a los clientes morosos y me echo sobre sus pertenencias hasta dejarlos en la indigencia. Yo, dueño de las fuentes de producción, disminuyendo los sueldos y aumentando los precios de las subsistencias, empobrezco más cada día a los trabajadores y sus familias. Y aun me llaman benefactor porque abro fuentes de trabajo; los muy ignorantes. Fiera la más depredadora del bosque, mi delito mayor es haber aplicado todo mi poder económico para imponer en el bosque de los pinos a un leoncillo mediocre, blandengue, al que le vengo cobrando facturas. Carísimas, y páguenlo todo los residentes del bosque. Yo, gringo de segunda…

Ahí lo interrumpe Azuela, el muy zorro:

- Con extrema severidad te juzgas, hijo preclaro de Forbes, y eso habla bien de tu sentido crítico, tu honradez y tu patriotismo, tu ética Quien como tú derrocha sus energías forjando en el bosque prosperidad y grandeza precisa de más vitaminas económicas y más proteínas financieras que cualquiera de los obreros. A desechar escrúpulos, y que hable la pantera negra.

Untuosa, silenciosa, luego de santiguarse y besar el crucifijo que le penduleaba sobre un vientre abultado, el latinajo por delante: “Mea culpa”.

El buho, a media voz: “mea culpa, suda culpa, ventosea culpa y defeca culpa, y a quien lo dude lo remito a la historia del bosque y a la realidad objetiva”. Oyéndolo, una blanca paloma del Verbo Encarnado se la persignó.

La negra fiera: - “Por la magnitud de la crisis que azota a los pobres del bosque sabemos que el estallido de las víctimas es un peligro latente, inminente. Aquí es donde yo, humildemente, intervengo; como parte que soy del poder, desempeño a toda mi capacidad la evangélica labor de mantener los animalitos de mi rebaño mansos, pasivos y dependientes. Resignación y obediencia, obediencia y resignación La obediencia la hice virtud y a la resignación señalé un premio eterno. Y la paz. Ese es mi pecado”.

- Pecata minuta su paternidad. Laus Deo, Ad mayorem Dei gloria. Dadme vuestra bendición, y que hable el chacal”.

Habló. Tintas en sangre sus fauces, sonrientes ante la impunidad que el león, el tigre, la negra pantera y el zorro le dispensaban, ahí alzan su voz el Montiel de la honorable familia, Fox, la hiena de sus amores y los puerco-espines hijos de toda su reverenda hiena Azuela los exculpó y dio turno al jaguar, la serpiente, el cocodrilo.

Ya caía la noche cuando, de súbito, ¿y eso? El asno aquel rebuznó, burro viejo, trasijado de avitaminosis:

- Soy un delincuente, Su Majestad, lo confieso. Sucedió que iba yo por el bosque un día de estos, pujando bajo la carga y mareado de una hambre a la altura del salario mínimo que vos me habéis designado, cuando en eso me topo con las verdes espigas de un sembradío. Famélico como andaba Su Majestad, perdí el control de mis actos, olvide todo sentido de la honradez, de la moralidad, y…acúsome, juez: pegué feroz mordisco a las tiernas espigas…

Silencio, estupor. Azuela: “¿Que qué? ¿Qué estoy oyendo? ¿Oí bien? ¡Ese, Su Majestad, es el réprobo! ¡Ahí tenéis al criminal! ¡Contemplad esa cara de cínico! ¡Pena de muerte al pollino, que ha provocado la cólera de los dioses y sumido nuestro bosque en la crisis! ¡Y lo reconoce, el muy cínico!

El burro agachó las orejas. “Lo reconozco, una malsana ambición me llevó a pedir un 17.2 de aumento a mi sueldo de electricista La tarascada a las verdes espigas fue de sólo un 4.9 por ciento, pero el daño a tu economía, oh rey, ya está hecho….”

¡Al depredador pena de muerte! Por avitaminosis. ¡Cúmplase!

Es la ley de la selva, es el bosque, es México. (Mi país.)

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